Este es un escrito que mi hermano mayor hizo y publicó en un periódico de aquí y con el que estoy totalmente de acuerdo,
a lo que yo pondría un final diciendo las palabras que Jesús nos dejó:
"ESTA GENTE ME ADORA CON LOS LABIOS PERO ESTÁ LEJOS SU CORAZÓN"
Pasó el Carnaval. Llegó la Cuaresma. Llega la Semana Santa, vuelta a la calle. De la juerga y el desmadre al fervor cristiano, a la devoción, al sentir creyente que cofradías y procesiones escenifican en la calle cada año.
Es la Semana Santa, época de oración y penitencia, pero también de fariseísmo e hipocresía. Lucen y adornan las procesiones séquitos de políticos y de autoridades que con sus mejores galas, abalorios, medallones, etcétera, son objeto de admiración de unos y repulsa e indignación de otros. Salir en procesión en Semana Santa no necesaria ni obligatoriamente significa disfrazarse o transmutarse para la ocasión. Salir en procesión con los pasos de Semana Santa a la calle debería significar: oración, respeto, recogimiento.
Los representantes eclesiásticos, representantes de Cristo en estas manifestaciones de fe y cumpliendo con una de las obras de misericordia, «enseñar al que no sabe», debieran de impartir en estos cortejos unas mínimas normas de comportamiento para la ocasión, y que los señores políticos, representantes civiles y sociales, y delegados de otros estamentos de la sociedad busquen y empleen otras plataformas para dorar su ego, poner de manifiesto su elegancia o bañarse en loor de multitudes en búsqueda de futuros votos, si, verdaderamente no acuden a estos actos, como es preceptivo.
En estos años se ha visto de todo. Por comentar algún detalle: desde fumar en pipa o un cigarrillo detrás de un paso a acicalarse y perfilar los últimos retoques de maquillaje y peinado en plena procesión. Ninguno hemos tenido la valentía ni el coraje de recriminar estas y otras actitudes, y así campan a sus anchas, creyendo que por el mero hecho de ocupar una poltrona, que el pueblo les ha concedido en su momento, tienen el derecho de pernada, para hacer lo que les venga en gana, cosa a lo que normalmente están acostumbrados incluso en estas y otras manifestaciones religiosas. Los hay, sin embargo, prudentes, que siendo igualmente representantes de los ciudadanos y de otros estamentos, se abstienen con su no presencia, de molestar e indignar a los que como yo profesan el cristianismo y la religión católica y viven la Semana Santa como es preceptivo vivirla. Mi reconocimiento para éstos.
Así que los que no son éstos aplíquense el cuento y hagan el favor de respetarnos si de verdad pretenden ser respetados en sus respectivas ocupaciones públicas, y, si no, consuélennos con su ausencia.
He dicho, a la espera que diga la autoridad eclesiástica competente, si tuviera algo que decir, naturalmente.
JUAN GARCÍA.
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